miércoles, 27 de junio de 2012

La sociedad feudal.




La sociedad feudal se organizó de acuerdo a tres estamentos los:

1. Bellatores (nobleza), los cuales tenían la función de combatir por todos. A la cabeza de este grupo se encontraba el rey, el cual no era vasallo de nadie, y que en lo teórico era el señor de todos. Era un estamento guerrero tanto para la defensa del territorio como de la obtención de prestigio y botín.

2. Oratores (Clero), los cuales tenían la función de orar por todos. A la cabeza de este estamento se encontraba el Papa. Las condiciones del clero variaban según el cargo que ocupaban dentro de la jerarquía eclesiástica. Muchos eclesiásticos de alto rango, que obtenían su diócesis de manos de algún rey u otro noble, actuaban como verdaderos señores dentro de ellas.

3. Laboratores (Resto de la sociedad), los cuales tenían la función de trabajar para sustentar al resto de la sociedad. Era un estamento bastante heterogéneo, ya que lo integraban campesinos, siervos y habitantes de aldeas y ciudades, estos últimos se desempeñaban como artesanos, comerciantes, entre otros.




Veamos que nos dice la historiografia respecto a lo anterior:




Los tres órdenes de la sociedad feudal:


El orden eclesiástico no compone sino un sólo cuerpo. En cambio la sociedad está dividida en tres órdenes. Aparte del ya citado, la ley reconoce otras dos condiciones: el noble y el siervo que no se rigen por la misma ley. Los nobles son los guerreros, los protectores de las iglesias. Defienden a todo el pueblo, a los grandes lo mismo que a los pequeños y al mismo tiempo se protegen a ellos mismos. La otra clase es la de los siervos. Esta raza de desgraciados no posee nada sin sufrimiento. Provisiones y vestidos son suministradas a todos por ellos, pues los hombres libres no pueden valerse sin ellos. Así pues la ciudad de Dios que es tenida como una, en realidad es triple. Unos rezan, otros luchan y otros trabajan. Los tres órdenes viven juntos y no sufrirían una separación. Los servicios de cada uno de estos órdenes permiten los trabajos de los otros dos. Y cada uno a su vez presta apoyo a los demás. Mientras esta ley ha estado en vigor el mundo ha estado en paz. Pero, ahora, las leyes se debilitan y toda paz desaparece. Cambian las costumbres de los hombres y cambia también la división de la sociedad.




ADALBERON DE LAON, "Carmen ad Robertum regem francorum" (a.998). Recoge. M. Artola, "Textos fundamentales para la Historia", Madrid, 1968, p. 70.

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